Clara despertó de un sobresalto. Ya no se acordaba ni donde estaba. Miró quien estaba a su lado. Era Lorien, todavía no se lo terminaba de creer. Respiró suavemente y le dio un dulce beso para no despertarlo. Su vida había cambiado bastante en el último año, llegando a donde estaba ahora, en la ciudad de sus sueños París, con su mejor amigo, amante o pareja.
Hacía un año exactamente desde que había tomado la decisión de su vida. Siempre había estado huyendo para no enfrentarse a los problemas que le iban surgiendo. Cuando estaba en el instituto quería huir de su ciudad natal Zaragoza. Allí conoció a Lorien. Desde el primer momento habían congeniado muy bien. Siempre habían sido como hermanos. Se contaban todo, aunque no salían con la misma gente, se reservaban tiempo para estar juntos. Clara le envidiaba porque él podía hacer lo que quisiera. Sus padres eran intérpretes y nunca estaban en casa. En cambio a ella, al ser hija única la protegían demasiado. Aunque en el fondo los dos se sentían igual de solos y los dos se refugiaban el uno en el otro. Hasta que apareció ella.
Patricia fue la culpable o eso pensaba Clara de que Lorien perdiera el rumbo. Ya no tenía el suficiente tiempo para estar con ella. Lorien comenzó a juntarse con una gente que Clara no admitía, o no quería admitir como amigos. Así que huyó hacia la rebeldía. Fue la primera vez que escapaba tanto. Decidió irse a Bilbao a estudiar una carrera que aunque no era la que le apasionaba, fue aprendiendo a disfrutar. Ahora ya estaba cansada de Bilbao. Casi todos los días llovía. Al principio le cautivaba la lluvia, iba siempre sin paraguas y le encantaba la sensación del agua deslizándose, a veces rápido y otras lentamente por su cuerpo. Ahora ya, ni esa sensación de libertad y placer le gustaba.
Tenía nuevos amigos, hasta una pareja pero seguía sintiéndose sola. Buscaba algo que la motivara y la oportunidad llegó. Después de tres años en Bilbao, se presentó al examen para irse a París a estudiar su último año de carrera. Por fin había conseguido su sueño de volar como un pájaro y alejarse de esa ciudad que cada día le oprimía más. Creía que Francia iba a ser la solución a todos sus problemas. Estaba cansada de estar encerrada en ese clima gris de la ciudad.
Francia fue el paraíso. Se sentía bien, como siempre que llegaba a un nuevo lugar. Pero París era diferente. La gente le gustaba, estaba en una residencia y enseguida conoció a un gran número de gente con el que conectaba bien. Las clases al principio le costaron, pero al estar varios de Erasmus como ella de diferentes ciudades del mundo, los profesores colaboraban para que fuese todo más fácil. Así fue pasando el año rápidamente, visitando museos, perdiéndose en la vida parisiense y mezclándose con gente de lo más variopinto.
Estaba disfrutando por fin y ella se estaba volviendo más francesa que española, más bohemia que lo comedida que había sido siempre. Aunque en el fondo de su corazón seguía añorando sus paseos por el Pilar, perderse entre los turistas, callejear por su casco antiguo, descubriendo tiendas y cafés singulares. Por eso le gustaba París, los sentidos con los que disfrutaba esa ciudad eran los mismos que cuando estaba a gusto en Zaragoza, quizás por fin se sentía bien y podría volver algún día con su familia.
Pero llegó la fiesta española. La Sorbona hacía cada mes la fiesta de un país y había tocado España. Juntaban a todos los que eran originarios del país para darles sorpresas, regalos y que hiciesen de anfitriones. Así que allí fue con todos sus amigos. Se arregló con su vestido hippy favorito con colores morados, su boina francesa azul oscuro, sus botas negras de cuero y su cazadora vaquera. La fiesta era espectacular. El pabellón estaba adornado con castañuelas, cabezas de toros, abanicos,… a Clara eso le hacía mucha gracia. Siempre tenían la imagen de que España sólo era flamenco y toros. Pero bueno… qué se le iba a hacer quizás era esa la imagen que proyectábamos al exterior. De todas formas, ¿no era eso lo divertido?
Llegó el momento del baile y pusieron la macarena. Todos los españoles debían situarse en el escenario y guiar el baile. Toda la gente del pabellón seguía los pasos de ellos. Al principio ella no lo vio. Pero él a ella sí. Clara estaba en el centro más o menos con otras dos españolas que conocía porque estaban en su residencia y con las que se llevaba bien. Lorien estaba en un lado, así que se escabulló del escenario y se situó en un lado para verla bailar. No se lo podía creer que Clara estuviese allí. No se había despedido de él cuando se fue a Bilbao y no la había conseguido localizar. Aunque sus padres le habían dado el teléfono de su piso, parecía que nunca estaba en casa cuando él llamaba. Se sentía en parte culpable de haberla perdido pero ahora que la veía feliz pensaba que a lo mejor estuvo bien así. Seguir cada uno con su vida para encontrarse a ellos mismos.
Él también huyó de Zaragoza. Su madre era francesa y tenía un piso allí. Así que cuando se dio cuenta de que en su ciudad ya no había nada que le atase de verdad, decidió irse a estudiar a París, total él lo tenía fácil, tenía doble nacionalidad y conocía tres idiomas a la perfección.
Terminó la canción. La gente estaba eufórica y siguió bailando las diferentes canciones españolas que iban poniendo. Las luces empezaron a bajar y llegó la parte lenta. Comenzó a escucharse Sergio Dalma con su Bailar Pegados famoso en Francia después de Eurovisión. Era su momento. Lorien se acercó a Clara que ya estaba bailando con un francés y le pidió permiso. Clara se quedó helada, pero Lorien comenzó a bailar con ella.
- Hola Clara ¿Qué haces aquí?
- Creo que te iba a preguntar lo mismo. – A Clara le estaban sobresaliendo las lágrimas.
- No sabes las veces que te he llamado, las veces que te he buscado, hasta que decidí tomar la misma decisión que tú y huir. ¿Por qué no te despediste de mí?- Lorien se sentía cabreado, a la vez que esperanzado. Tantos años con las emociones retenidas. Era su amiga y nunca había entendido porqué se había marchado.
- Estabas muy ocupado. – Dijo Clara entre sollozos. No podía llorar, pero no podía aguantar más. Entonces Lorien lo comprendió. Cuatro años habían pasado casi desde que Clara se había ido de Zaragoza.
La canción estaba a punto de terminar Clara seguía intentando no llorar pero las lágrimas le corrían por la cara. Lorien le secó con sus dedos suavemente las lágrimas y le dio un beso en la boca.
- No voy a permitir que huyas nunca más de mí.
Clara se levantó muy despacio de la cama, comenzó a preparar el desayuno que sabía que siempre le había gustado a Lorien. Café recién hecho, zumo de naranja en copa y cruasanes con mermelada. Se acercó a la cama, lo despertó, con las copas de zumo.
- ¡Por una nueva vida! – dijo Lorien.