martes, 22 de junio de 2010

Capítulo II - Segunda Parte

El verano en España estaba llegando a su fin y el tiempo de las lluvias tropicales comenzaba a mostrarse en Perú. Habían pasado dos meses desde la reunión general. La tensión en el poblado había ido creciendo poco a poco al igual que la pegajosa humedad del ambiente. Los niños y mujeres iban llegando al poblado día tras otro. Los heridos llenaban el hospital y el pabellón. Todo eran abrumados murmullos y silencios nerviosos, nadie hablaba más de la cuenta. Sonia tenía cada vez más niños en la escuela a los que enseñar y animar. Niños de todas las edades, desde los que no se enteraban de nada y miraba todo con grandes ojos, hasta los que su preocupación llegaba a sobrepasar la de la propia Sonia. Varias madres y adolescentes le ayudaban con la escuela y los juegos que preparaban. Habían decidido dividirlos en cuatro grupos: de bebés a tres años, de cuatro a ocho, de nueve a doce y el resto los adolescentes. Madres y jóvenes se encargaban de los dos primeros y de los otros dos, Sonia y su amiga Asiri, una joven madre de 21 años con la que se había compenetrado desde un primer momento. Sus grupos eran más reducidos ya que a partir de 13 años se quedaban en sus poblados para luchar y ayudar en lo que fuera necesario. Asiri los llamaba los pequeños adultos porque ella había sido una de ellos hacía ya mucho tiempo. Sonia pensaba que eran niños pero no podía hacer nada solo atender para que los que llegaran se sintieran bien.

Asiri, como su propio nombre quechua decía, siempre estaba sonriente, era muy buena con los juegos y los niños la adoraban al igual que a Sonia. Pero se les estaban empezando a acabar las ideas. Habían creado entre ellas una buena rutina de actividades culturales y juegos para evitar todo tema de conversación, pero la preocupación y la tensión palpable del ambiente les angustiaba cada día más.

Ese día, Sonia veía a Asiri más preocupada que de costumbre, pero no había tenido ocasión de hablar con ella. Por primera vez, la había visto dejar de sonreír y eso no le gustaba. No tenían tiempo para ellas, ni para nadie que no fuesen los niños. Realmente pensó llevaba sin ver a los de la ONG más de tres semanas y casi los dos meses que no se había podido escapar a su remanso de paz especial de la playa.

- ¿En qué piensas? –Sonó una voz detrás, que le hizo pegar un grito agudo a Sonia.- Siento haberte asustado. He dejado a los niños con una lectura que no me necesitan ahora mismo, tengo que hablar contigo empiezo a estar asustada.
- Asiri, de hecho estaba pensando en tu cara ¿qué sucede?
- He tenido que ir a por un medicamento para Nela al hospital y estaban reunidos los sabios –hizo una pausa mientras encontraba valor y acercándose más le susurró- he estado escuchando parte de la conversación, Sonia,… los mercenarios están cerca, los sabios decían que se dirigen aquí porque no están de acuerdo con que curemos a los heridos.

Sonia le miró espantada. No supo qué decirle, pero Asiri tampoco le quedaban más palabras. Por un lado debían ocultar su terror a los niños pero por otro tendrían que prepararlos para una posible evacuación, huida, batalla,… o lo que pudiera suceder.

La sirena de una reunión urgente sonó. El poblado cobró vida de golpe. Una masa de gente sobresaltada se encaminaba hacia el pabellón. Sonia, Asiri y el resto juntaron a todos los niños y para evitar cualquier conversación decidieron darles libros y pinturas a todos para que sus pequeñas cabecitas se centraran en otras historias que nada tuviesen que ver con ellos. Mientras, ellas sentadas delante temblaban sin articular palabra.

martes, 15 de junio de 2010

Sidonie Gabrielle Colette

Hace varios años le robé literalmente un libro llamado "Claudine en la escuela" a mi padre. Era uno de esos días de verano en los que no te apetece hacer nada y encuentras un libro que te recuerda a tu infancia y lo lees simplemente por leer. Cual fue la sorpresa,... os cuento yo esperaba un libro en plan Enyd Blyton y su colección de Torres de Malory. Nada más lejos de la realidad, este libro escrito en el 1900 cuenta la infancia de una joven de 14-15 años, que hasta hoy habría gente que se escandalizaría por la forma de hablar sin ningún tapujo del género femenino. No estoy hablando de un libro feminista, sino simplemente del empleo de un lenguaje natural más del siglo XXI con historias ocurridas en el 1900: atmósferas de peleas eróticas entre colegialas, hombres maduros que pervierten a jovencitas, profesoras seductoras de alumnas, cartas de enamorados, maridos adúlteros, esposas bisexuales con amoríos audaces y pasiones efervescentes que parecen buscar únicamente el juego y el placer.

Lejos de malas conclusiones, los personajes de estas cinco historias sensualistas serán siempre comprendidos por la autora, cuya vida transcurrió en paralelo a la existencia de Claudine. Y ahí radica la fascinación de una escritura que trasciende los límites de la sucesión de anécdotas más o menos atrevidas, para mostrar, sin aguarle la fiesta a su "clan" de vividores, las entrañas de una sociedad convencida de la provisionalidad de la moral. Si la acerada recreación literaria de lo superficial puede llegar a ser sublime, Colette conquistó a pulso la gloriosa inmortalidad de estar en la Bibliothèque de la Pléiade.

Os presento a la escritora:

Sidonie Gabrielle Colette (Saint-Sauveur-en-Puisaye, Francia, 28 de enero de 1873 - París, Francia, 3 de agosto de 1954).

Llegó a ser elegida miembro de la Academia Goncourt en 1945. Por supuesto que eso es Francia porque aquí en España hubiera sido fusilada por inmoral.

Última hija del matrimonio al que ella rebautizó como Sido y el capitán Colette (seudónimo que adoptará), disfrutó de una infancia feliz en la pequeña villa de Bourgogne. Adolescente, conoció a Henry Gauthier-Villars, apodado "Willy" con el que se casó el 15 de mayo de 1893 en Châtillon. Willy autor de novelas populares, un vividor parisino que subsistía a costa de explotar a sus colaboradores, descubrió enseguida las facultades escritoras de su esposa y la animó a escribir sus primeras obras, la serie de las Claudine (1900-1903) recuerdos de la época escolar de Colette y que, sin ningún escrúpulo, fueron firmadas por su marido. Indignada por las infidelidades de su marido,— Willy fue el amante de Marie Lousie Servat (llamada Germaine) esposa de Émile Courtet con la que tuvo un hijo, Jacques Henry Guthier-Villars—, y desesperada por verse constreñida a su papel de esposa escarnecida y burlada, Colette fue liberándose poco a poco de su tutela y animada por Georges Wagne se dedicó a satisfacer sus ambiciones teatrales en el music-hall. Son años de escándalo y liberación moral en los que tuvo varias aventuras con otras mujeres. En 1906 se divorció de Willy. Durante esos años, no obstante, Colette va afianzándose como escritora: precisión en las palabras que describen la belleza de la naturaleza, el análisis y sensibilidad de los animales, la voluptuosidad y sensualidad libremente expresadas, reivindicando los derechos de la carne sobre el espíritu y los de la mujer sobre el hombre, son las líneas maestras de esta escritora que aún no ha sido reconocida por la crítica literaria eminentemente machista.

Después de su divorcio Colette conoce a Henry de Jouvenel, político y periodista con el que se casará en 1911, de esta unión nacerá su única hija, Colette a la que ella llama Bel-Gazou. En el periódico Le Matin, del que es redactor jefe Jouvenel, Colette colabora con diversos artículos y reportajes. En 1923 se divorcia de Jouvenel.

A los cuarenta años se convierte en mentora del hijo de Henry, Bertrand de Jouvenel, de 17 años, iniciándole en la escritura. Esta experiencia le servirá a Colette para desarrollar los temas y situaciones de Chéri y Le Blé en herbe.

La escritora, en el cenit de su talento y de su gloria se instala en su apartamento del Palais-Royal en el que vivirá hasta su muerte. Su Amigo de antaño, Maurice Goudeket, la ayudará a soportar su artritis y, pese a su discutible reputación, Colette es la única escritora francesa que tuvo derecho a unos funerales nacionales. Fue enterrada en el cementerio Père Lachaise París.

Si alguna vez tenéis la oportunidad de leer algo de esta escritora, os recuerdo, de hace un siglo, además de que merece mucho la pena, os hará replantearos vuestros sentimientos de libertad, vuestros valores y sobretodo vuestros prejuicios.

Gracias papás por acercarme a esta escritora y a la literatura en general. Si vosotros no hubieráis leído tanto yo no conocería esta pasión. Gracias.